sábado, 26 de mayo de 2007

EL METRO

Da la sensación de que nadie se da cuenta de lo que sucede cada día, la gente parece aburrida, dormida o enfadada, y no son capaces de ver lo sorprendente del proceso que viven unos minutos después de entrar en la estación:

La pantalla colgada del techo marca el tiempo restante: 30 segundos.La multitud espera ajena al destino que nos depara. Un rugido lejano indica que ya llega, ya se acerca...

El imponente gusano metálico de la familia de los ruedópodos asoma ya su cabeza por el fondo del túnel. Su apéndice electro luminiscente situado en la zona delantera se va haciendo mas potente a medida que se aproxima, hasta que notamos la brisa al tiempo que nos rebasa.

El anélido empieza su festín: una vez ha identificado a sus presas, abre una docena de compuertas a lo largo de su tracto intestinal y absorbe la comida; el proceso no dura mas de 10 segundos. Un poco desorientados tras la absorción los alimentos se recolocan para favorecer la transpiración, algunos se sientan, otros se quedan de pie, incluso hay quien se empeñan en atravesar el cuerpo gusanal de punta a punta. Se pueden ver todo tipo de alimentos: dulces (como la chica que se baja en fontana), salados, amargos, con mejor o peor aspecto, otros light y algunos realmente nutritivos.

Empieza a moverse. Primero suave y luego adquiriendo una velocidad asombrosa teniendo en cuenta el peso de esta bestia mecánica, directo al siguiente destino, colándose de nuevo por el túnel que cierto día construyeron los hombres para que este imponente animal se moviera con agilidad.

A pesar de lo dramático de la situación, nadie parece preocupado, a lo sumo dormidos. Porque sabemos de la clemencia y bondad de este ser, que muy amablemente cada dia nos regurgita centenares de metros mas allá de donde nos engullió, para dejarnos lo mas cerca posible de nuestro lugar de trabajo.

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